Cuando Juan Domingo Noriega confió en mí la tarea de prologar su libro, me sentí comprometida de manera particular. Una puede sentir aprecio por compañeras y compañeros a lo largo de la vida, pero con algunos comulga en otras dimensiones de ese camino, en esas dimensiones de las cuales las y los poetas no solemos hablar mucho, solo escribir. Con Juando en un lapso corto, hemos aprendido que el tiempo tiene la magnitud de la fortaleza de los vínculos. Entonces vamos a hacer el ejercicio fraterno de prologar su libro y advertir a las y los lectores sobre el contenido de estas páginas.
¿Dónde nos lleva las reflexiones de un “hombre común”? ¿A quiénes nos acerca la poesía de alguien que se define “audaz”? Que nos habla sobre de nuestra “animalidad”, que pretende que “activemos el deseo de arrimarse a lo colectivo, a lo verdadero”.
Juando nos sumerge en esos interrogantes trascendentales que hacen a la vida en este mundo contradictorio, opaco muchas veces, pero tremendamente bello. Como bien expresa, lo bello es la invitación “para intrigarse, para adentrarse, para darse cuenta”. Y en esas afirmaciones confluyen la sociedad, el mundo, la poesía interpelando a una racionalidad inteligente pero soberbia, y así retornar y retomar a lo esencial: “la poesía de la convivencia”, a la fragilidad de descubrirnos humanos con otro, con otros.
En este contexto en el cual las palabras se enredan entre significados que fueron y otros que pretenden ser e instalarse con prepotencia de verdad única, el libro de Juando nos llama al diálogo oportuno, a la comunidad semilla, a la igualdad y la justicia como valores insurrectos a los que hay que convocar para no sucumbir. A la memoria como territorio necesario para ese “nuevo amor”, trayendo a quienes nos fueron arrancados de este mundo so pretensión de una poesía huérfana de historia. Enuncia nombres, Facundo Molares,
Santiago Maldonado, Fuentealba, imprescindibles para construir ese “nuevo amor”. Un amor que nace en el sur y mirando hacia el sur.
El diálogo sin dudas es el corazón del libro. Un diálogo que se traduce en charla amena, reflexiva, profunda. La presencia de un yo poético que asume diferentes nombres. Un recurso que trae por momentos al pueblo y su idiosincrasia, al barrio y sus matices, a la poesía y sus ritmos. De manera tal que la palabra escrita por momentos espontánea, por momentos organizada, se transforma en una oralidad mágica dónde “parece que estamos cantando la misma canción”.
En un enero a fuego rápido, se suele barajar y dar de nuevo los objetivos por construir. Sin dudas este libro los resignifica, nos genera preguntas nuevas, pero también nos reafirma en ciertas certezas:
“Soy un sauce con o sin hojas
Soy del sur y punto”.
Mónica Glomba